El joven Lennon by Jordi Sierra i Fabra

El joven Lennon by Jordi Sierra i Fabra

autor:Jordi Sierra i Fabra
La lengua: spa
Format: epub, mobi
publicado: 1988-02-01T05:00:00+00:00


34

JULIA Stanley hizo además de levantarse. Tía Mimi la detuvo con un gesto persuasivo entre enérgico y cariñoso. En el comedor flotaba un ambiente de ternura que cobijaba a todos.

—¡Deja, deja, ya lo haré yo! Acabas de llegar y estarás cansada, no me hagas enfadar.

Tía Mimi recogió los platos y se marchó dejando tras de sí un halo de suavidades. Su hermana se relajó, apoyando la espalda en el respaldo de la silla. Extendió una mano para sacar un cigarrillo.

—¿Todavía fumas tanto? —le preguntó John.

Ella hizo un gesto vago, que podía significar cualquier cosa, aunque su intención era quitarle importancia al tema, mostrarse indiferente.

—Es encantadora —dijo refiriéndose a Mimi.

John se acodó en la mesa.

—¿Te quedarás mucho tiempo esta vez?

Julia Stanley no contestó inmediatamente. Parecía cansada, víctima de un agotamiento interior que nacía en su espíritu y se prolongaba más allá de sí misma, hasta esa zona donde sentía que ya no era ella, sino la imagen de sus propias emociones. Sus ojos estaban sumidos en un mar de inquietudes, a punto de tormenta, una tormenta que el cansancio ahogaba y dominaba. Se sentía atenazada por la nada de la espera. Los ojos de su hijo, fijos en ella, acabaron por desarmarla.

—Unos días —contestó.

—¿Cuántos?

—Unos días.

De nuevo el gesto impreciso.

—Pareces cansada —dijo John.

—Es por el trabajo, el viaje hasta aquí… Llevaba ya demasiado sin verte y… —había comenzado a hablar con cierto nerviosismo. Se detuvo y apoyó una mano en un hombro de John—. ¡Se está bien aquí!

—Podrías quedarte de una vez.

No quería ser acusador ni terminante, pero carecía de la paciencia y la calma de un adulto o de otro cualquiera en las mismas circunstancias.

Tía Mimi volvió a entrar en el comedor.

—¿No le encuentras cambiado? —preguntó señalando a John.

—Ha dado el estirón definitivo —suspiró Julia Stanley—. Ahora sí que ya es un hombre.

La peligrosa espiral emotiva desatada con la última observación de John se detuvo en su ascensión por la pregunta de tía Mimi, que miró a su sobrino con orgullo.

—Parece que fue ayer —comenzó a decir.

—¿Cómo va tu grupo? —preguntó Julia Stanley.

—Bien, muy bien. Esta semana grabamos una maqueta; ya sabes, una cinta de prueba en un estudio.

Su madre le miró sorprendida.

—Eso suena a profesional, ¿no?

—Sólo es una maqueta —aclaró él tratando de quitar importancia a sus anteriores palabras—. Un paso necesario para que tú mismo veas qué tal lo haces.

—Deberías oír las canciones que está haciendo —intervino la tía Mimi, un poco fuera de contexto de la conversación—. Él y ese amigo suyo, Paul, trabajan mucho.

—Pase lo que pase, me gustaría que no dejases los estudios, hijo.

Hijo era una palabra llena de contenidos y exigencias. John y su madre se miraron. La palabra flotaba entre los dos.

—En junio acabo la escuela. ¿Cómo quieres que los deje? Por lo que me queda…

—¿Y después?

Tía Mimi se sentó de nuevo.

—Quiero cantar y actuar con Los Quarrymen. Mientras tanto, creo que ingresaré en la Academia de Arte.

Julia Stanley apagó el cigarrillo a medio consumir. Ninguno de los dos supo si su seriedad era una muestra de disgusto por la primera noticia o una señal de alivio por la segunda.



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